SINOPSIS
Simon es un asistente de una casa de subastas que se asocia con una banda criminal para robar una obra de arte que vale millones de dólares, pero después de haber recibido un golpe en la cabeza durante el atraco, descubre, al despertarse, que no recuerda dónde ha escondido el cuadro. Cuando las amenazas y la tortura física no logran ninguna respuesta, el jefe de la banda contrata a una hipnoterapeuta para que hurgue en la mente de Simon.
REFERENCIA

Luego de encargarse de dirigir la ceremonia de apertura de los XXX Juegos Olímpicos de Londres 2012, el británico Danny Boyle dirige su décimo largometraje, En trance (Trance, 2013), basado parcialmente en un film homónimo hecho para la televisión de 2001, escrito y dirigido por Joe Ahearne, quien hace de coguionista en esta nueva versión.

Continúa el director en su afán de hacer una película distinta a lo hecho anteriormente. De un género a otro, Boyle ha experimentando a lo largo de su carrera con diversos tonos, actores y situaciones. Nada parece unir al cineasta que fuera aclamado por Trainspotting (1996), con el que ofrecía una visión apocalíptica en Exterminio (28 Days Later, 2002), o con el que coqueteaba con el musical a través del drama romántico narrado en Quisiera ser millonario (Slumdog Millionaire, 2008) por la que ganó el Oscar al Mejor director.

Protagonizada por James McAvoy, Rosario Dawson y Vincent Cassel, En trance ha sido etiquetada como un “thriller psicológico”. Sin embargo, el propio Boyle considera que esta denominación podría ser engañosa. “Quienes la vean descubrirán que es una película donde las cosas no son lo que parecen. Donde se muestra una historia en la superficie, mientras sucede otra tras bambalinas”.

“Ninguno (de los personajes en la película) es lo que parece”, afirma el realizador, y agrega que una de las ventajas de rodar con presupuesto limitado es que “con una película de gran presupuesto no puedes ser tan ambiguo, porque todo lo que les interesa a los Estudios es: ‘¿a quién le vamos, quién es el bueno?’ Eso es todo lo que quieren saber. Si puedes responder a esa pregunta, ya perdiste”. (www.elinformador.com.mx).

Los antecedentes
"Después de Slumdog Millionaire, el productor Christian Colson y yo andábamos buscando una nueva obra que realizar juntos y yo le dije que había un par de ideas hacia las que siempre me había sentido atraído: la historia de Aron Ralston –que se transformó en 127 Horas– y un disparatado thriller llamado Trance", dice el director Boyle.

"Siempre me dio la sensación de ser un material perfecto para el escritor John Hodge, con quien yo había trabajado en Trainspotting y Tumba al ras de la tierra. Christian pudo resolver el problema de los derechos y contratamos a John para que trabajase en el guión mientras nosotros realizábamos 127 Horas".

"Para mí estaba claro", afirma Hodge, "que la ambición de Danny para la película era la de llevar el relato hasta los extremos del comportamiento humano a través de estos tres personajes –personajes que demuestran un deseo y una conducta violenta llevados hasta el extremo, así como un ansia de supervivencia y una codicia desesperados–. Todos cuantos trabajamos con Danny sabemos que él quiere llevar sus ideas tan lejos como sea posible y eso es muy emocionante para un escritor".

Evitando la atmósfera distante y hermética de muchos thrillers clásicos del cine negro, a Boyle le entusiasmaba introducir lo que él denomina "una carga emocional" en la película, así como modernizar y renovar el concepto tradicional de mujer fatal. Aunque comienza ostensiblemente como una película de atracos, rápidamente se transforma en algo más psicodélico, más fluido y menos fiable.

"Yo quería tratar de poner al día el concepto del género negro, pero no deseaba crear algo que remitiera mucho a ello ni, evidentemente, que se le pareciese. Yo quería ocupar ese mundo, aunque haciéndolo en un contexto realmente moderno", afirma. "Cuando hablo de ponerlo al día, también me refiero al aspecto emocional. No hay nada de lo que echar mano; no hay sistemas; no existe cadena de mando ni tampoco estructuras relacionadas ni de apoyo para ningún personaje", asegura Boyle. "Todos están lisa y llanamente solos. Ésa es la razón por la que este tipo de películas está siempre vinculado al crimen, porque siempre giran en torno a actuar sin más recursos que los propios, al margen de la ley".

"Lo que queríamos hacer era que los personajes anduvieran en una especie de incertidumbre constante en lo referente a cuál era la verdad", explica Hodge. "Los tres personajes tienen que confiar casi exclusivamente en lo que otros dicen o hacen para entender lo que está pasando. Y, naturalmente, todo cuanto los otros dicen o hacen es, en gran medida, una mentira, una manipulación o indigno de confianza de alguna manera. Así, los protagonistas están atrapados en un rompecabezas creado por ellos mismos. El reto que se les plantea –y el entretenimiento que se ofrece al público— consiste en tratar de resolver ese rompecabezas".

Entre 2009 y 2011 Boyle, Hodge y Colson sometieron al guión a un minucioso e intenso proceso de desarrollo. En el verano de 2011 disponían de la financiación gracias a Fox Searchlight y Pathé, y el equipo estaba listo para empezar a hablar con actores.