Ivan Reitman (1946-2022) murió mientras dormía en su casa de Montecito (California) pocos meses después de que su hijo, Jason, también cineasta, estrenara un cuidado homenaje a su gran película, cerrando así un círculo hermoso y nostálgico ante el que solo cabe sonreír, porque estamos hablando de Los cazafantasmas, una de las cumbres del cine ochentero y las palomitas grandes, un título que bien podría resumir una época que muchos se resisten a dejar atrás. Lo que nos gustan los neones y la tecnología añeja…

Reitman llegó a Canadá después de que sus padres, supervivientes del Holocausto, judíos de minoría húngara en la actual Eslovaquia, huyeran del comunismo, por lo que tiene cierto sentido, imaginamos, que el crío, que a la sazón tenía cuatro años, terminara siendo uno de los renovadores fundamentales de la comedia americana.

Su primer trabajo como director fue en 1973, con Mujeres caníbales / Cannibal Girls, aunque su primer hito llegó en 1978, cuando logró levantar, como productor, Colegio de animales / Desmadre a la americana / National Lampoon’s Animal House, dirigida por un jovencísimo John Landis y protagonizada por otro John, Belushi.

Al año siguiente llevó a cartelera Albóndigas / Los incorregibles albóndigas / Meatballs, una película de campamento –ese género tan particular y tan de allí– en la que nos descubrió a Bill Murray, al que volvió a reclutar para El pelotón chiflado / Stripes (1981), que se llevaba las risas al campamento militar. Por una y otra desfilaban tipos fracasados y reprimidos, más o menos jóvenes, que no encajaban del todo en el mundo, algo que terminaba derivando, porque sí, en un disparate apto para el público más ancho.

Los cazafantasmas / Ghostbusters llegó en 1984, y su éxito fue incontestable, un taquillazo mundial: deslumbró con sus efectos especiales (el ectoplasma, los chorros de luz y esas cosas que ya son vintage, y que le valieron un Oscar) y con una canción tan pegajosa como mítica –otro Oscar– que aún hoy nos traslada a aquella Nueva York repleta de espectros feos y entrañables sin los que no se entendería la existencia de Casper y demás criaturas vaporosas y familiares. Tal vez esa fue la clave de la historia: la inocencia, el siempre impredecible encanto de los monstruos y los guerreros normaluchos. Tenía razón Stevenson: «Sin el encanto, el resto de las virtudes son inútiles». Por eso en 1989 volvió a la carga con Los cazafantasmas 2 / Ghostbusters 2.

Hubo más filmes, por supuesto. Peligrosamente juntos / Legal Eagles (1986), Gemelos / Los gemelos golpean dos veces / Twins (1988), Un detective en el kinder / Poli de guardería / Kindergarten Cop (1990) y Dave, presidente por un día / Dave (1993), entre muchos otros títulos elocuentes. Como productor tuvo muy buen ojo, también. A él le debemos, en parte, la saga ‘Beethoven’ y ‘Space Jam’, que forman parte de la memoria sentimental de una generación entera. Reitman apoyó, además, la carrera de su hijo, al que le produjo Amor sin escalas / Up in the Air (2009), una de las joyas del ‘indie’ del siglo XXI.

«Nuestra familia lamenta la inesperada pérdida de un esposo, padre y abuelo que nos enseñó siempre a buscar la magia en la vida. Nos consuela que su obra como cineasta llevó las risas y la alegría a innumerables personas en el mundo. Mientras le lloramos en privado, esperamos que aquellos que lo conocieron a través de sus películas lo recuerden siempre», rezaba el comunicado firmado por su esposa Genevieve y por sus hijos, Jason, Catherine y Caroline, en el que informaban de la triste noticia. Habrá que sonreír, entonces.