El ex Primer Ministro británico, Adam Lang, contrata a un escritor para que redacte sus memorias por él, si bien éste descubre ciertos secretos que pondrán en peligro su vida: Lang podría estar involucrado en detenciones ilegales a sospechosos de terrorismo y su posterior entrega a la CIA.

El salvaje asesinato de una familia en su casa de Estocolmo inicia una investigación policial. La falta de pistas provoca que el comisario judicial, Joona Linna, solicite la ayuda de un afamado hipnotizador, Erik Maria Bark, para interrogar al único superviviente, un chico de 15 años, e intentar averiguar el paradero de su hermana desaparecida. La investigación toma un giro inesperado cuando el hijo de Bark es secuestrado. Joona y Erik Maria tendrán que trabajar juntos para resolver ambos misterios.

Un trabajador, desempleado, llega en tren a Helsinki y se queda dormido pacíficamente en un banco, no muy lejos de la estación, a la que llegó con sus últimos sueños. Una banda lo roba y lo golpea brutalmente hasta dejarlo casi sin vida. En el hospital también lo darán por muerto, no sólo los médicos, sino también los instrumentos, que ya no le detectan el pulso. Sin embargo, sorpresivamente se pone de pie, cobra vida, y emprende el camino incierto hacia una existencia nueva. 

Había una vez, cuando Los Andes eran todavía un lugar lejano e inaccesible, una casa alta de piedra aprovechada como albergue para viajeros. Era el único lugar con puertas y ventanas donde pernoctar en kilómetros a la redonda. A este esquilmado páramo solían llegar comerciantes, aventureros, gentuza en busca de alguna verdad, charlatanes y misioneros. En esa casa de piedra habitaban sus dueños con su hija Beatriza, una moza fresca y excepcionalmente apetecible; también el maestro Azcárate, una eminencia sin empleo conocido, que habita el albergue a cambio de sus buenos oficios como mentor y oráculo de la familia. Y, por último, un joven a quien dotó la naturaleza de un carácter amabilísimo; su fisonomía anunciaba la bondad de su corazón: tal vez por esto, y no por otro motivo, le llamaban Cándido.